domingo, 20 de octubre de 2013

LAS CONDUCTAS DE LOS NIÑOS, NIÑAS Y ADOLESCENTES FRENTE A EVENTOS ADVERSOS








Los niños, niñas y adolescentes, se encuentran en pleno desarrollo de estas  capacidades y son más susceptibles a ser alterados por las condiciones adversas que los desastres y las emergencias generan, en especial los niños y niñas más pequeños o con alguna deficiencia que limite su normal desempeño.

Las pérdidas directas en su entorno familiar y vecinal se le agregan múltiples efectos indirectos que hacen más agresivo dicho entorno, debilitan su autoestima, hacen más precarias sus condiciones de vida y afectan sus horizontes de desarrollo futuro. 

Farberow y Gordon (1971) sugieren dos indicadores básicos que se pueden identificar en la conducta de los niños que estuvieron expuestos a grandes tensiones durante y después de un desastre:

a)    El cambio en la conducta típica del niño. El niño reacciona diferente a las personas que le rodean, por ejemplo, puede cambiar de ser un niño usualmente tranquilo a un niño muy activo y travieso; o de ser un niño que raras ocasiones lloraba a un niño llorón e irritable; o de ser muy independiente a muy dependiente.
b)    La regresión de su conducto. El niño se comporta como se comportaba cuando era más pequeño, es decir, regresa a etapas en su historia personal que ya había superado. por ejemplo, puede chuparse el dedo nuevamente, mojar la cama durante la noche, o pedir su leche en biberón. 


MANIFESTACIONES SINTOMÁTICAS MÁS FRECUENTES EN NIÑOS, NIÑAS Y ADOLESCENTES FRENTE A EVENTOS ADVERSOS, SEGÚN GRUPOS DE EDADES.

Niños y niñas, de 1 a 7 años: 

·         Desamparo y pasividad (desgano, energía baja, no participa en actividades).
·         Miedo generalizado (le teme a todo).
·         Confusión en el proceso del pensamiento.
·         No se concentran.
·         Se "sienten mal" en general.
·         No quieren hablar de lo que les pasó.
·         Sueños desagradables, pesadillas, no pueden dormir de corrido, se despiertan en la madrugada.
·         No quieren separarse de los padres o de los adultos que los protegen.
·         Regresan a conductas ya superadas como chuparse el dedo, orinarse en la cama, hablar como cuando eran más chiquitos (balbuceos).
·         Angustia relacionada con no entender que significa la muerte.
·         Fantasías de "componer" a los muertos, esperar el regreso de la persona muerta.
·         Juegos repetitivos acerca del evento traumático. Juegan a que rescatan a sus amiguitos, a que otros se mueren, etc.

Niños y niñas, de los 8 a los 11 años: 

v  Sentirse preocupado, responsable y/o culpable por el evento.
v  Sentir miedo de estar solos y del contacto con todo aquello que les recuerde el suceso.
v  Jugar y platicar repetidamente y con exceso de detalles, acerca del evento traumático.
v  Miedo de no poder controlar sus sentimientos (llorar, enojos, miedo, etc.).
v  Problemas para prestar atención y aprender.
v  Alteraciones del sueño (pesadillas de monstruos, no poder dormir, etc.).
v  Preocupación por la seguridad de sí mismos y de otros. Por ejemplo, pensar que algo les va a pasar a sus papás, hermanos, amigos, etc.
v  Cambios inesperados de conducta. Por ejemplo, los niños activos se vuelven pasivos y los pasivos activos.
v  Dolores corporales (cabeza, pecho, estómago, etc.).
v  Preocupación extrema por el proceso de recuperación de sus padres. Evitan molestarlos a ellos con sus propias angustias.
v  Preocupación excesiva por otras víctimas y sus familias.
v  Sentirse inquietos, confundidos y asustados por sus propias acciones ante el dolor y la pérdida.
v  Miedo a fantasmas.

Adolescentes, de los 12 a los 18 años:

*      Culpa por haber sobrevivido.
*      Desinterés por la vida.
*      Pena, sensación de vulnerabilidad (estar indefenso).
*      Se comportan diferente. Puede aparecer uso de drogas, delincuencia, conductas sexuales inapropiadas, etc.
*      Conductas autodestructivas. Tendencia a tener o provocar accidentes.
*      Cambios repentinos en sus relaciones con las personas.
*      Deseos y planes de venganza.
*      Deseos de entrada prematura a la edad adulta. Por ejemplo, abandonar la escuela, buscar un trabajo, casarse, tener un hijo, etc.



RECOMENDACIONES PARA LA PROTECCION  FRENTE A EVENTOS ADVERSOS 

NIÑOS: 
Prevenir la separación de los niños y niñas de sus familias, desplegando los mayores esfuerzos para su identificación, registro y reincorporación.

Implementar programas de recuperación psicosocial, los cuales buscan restablecer la seguridad emocional de los niños y niñas, recuperar su autoconfianza y continuar con su proceso de desarrollo integral.

Las necesidades psicoafectivas, recreación y juego deben ser consideradas como parte de la ayuda que los niños y niñas requieren en situaciones de emergencias.

Debe organizarse el tiempo de los niños para que superen el duelo y vuelvan a la normalidad. Se debe favorecer la socialización mediante la relación con otros niños en grupos.

Ayudarlos a entender lo ocurrido y escucharlos. Preguntarles acerca de sus sentimientos sobre el desastre; animarlos a que hablen sobre cómo se sienten, sobre sus miedos y preocupaciones, sobre lo que piensan. Si ellos no quieren hablar, preguntarles como creen que otros niños se sienten.


Pasar tiempo con los niños, especialmente antes de que se duerman. Abrazarlos y tocarlos frecuentemente, formando un escudo de amor alrededor de ellos. Reafirmarles, frecuentemente, que están juntos y a salvo.

ADOLESCENTES: 
Fomentar los grupos de jóvenes para discutir sobre el evento y los sentimientos alrededor de éste. Hablar de manera realista acerca de lo que se pudo y no se pudo hacer.

Ayudarles a entender el significado normal de sus sentimientos y como expresarlos (hablando honestamente sobre ellos). Fomentar que busquen apoyo y comprensión de sus compañeros y amistades.

Ayudarles a entender que muchas conductas pueden ser un intento de evitar los sentimientos relacionados con el evento.

Hablar con ellos sobre el probable deseo de hacer cosas arriesgadas, en el período más difícil después del evento.
Discutir con ellos las dificultades que se pueden presentar en las relaciones con la familia, compañeros y amigos.

Hacer que hablen de sus posibles planes de venganza (en caso de que exista un presunto culpable de la tragedia). Discutir con ellos las consecuencias reales de estas acciones y hablar sobre soluciones constructivas que disminuyan la sensación traumática de desamparo.

Explicarles que los síntomas que tienen, son consecuencia normal del impacto emocional del evento.

Pedirles que no hagan cambios drásticos en su vida.

BIBLIOGRAFIA

Derechos de la niñez en emergencias y desastres. UNICEF. 2008. ISBN: 978 92 806 4399 2.


Protección de salud mental en situaciones de desastre y emergencia.

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