Los niños, niñas y adolescentes, se encuentran en
pleno desarrollo de estas capacidades y
son más susceptibles a ser alterados por las condiciones adversas que los desastres
y las emergencias generan, en especial los niños y niñas más pequeños o con
alguna deficiencia que limite su normal desempeño.
Las pérdidas directas en su entorno familiar y
vecinal se le agregan múltiples efectos indirectos que hacen más agresivo dicho
entorno, debilitan su autoestima, hacen más precarias sus condiciones de vida y
afectan sus horizontes de desarrollo futuro.
a)
El cambio en
la conducta típica del niño. El niño reacciona diferente a las personas
que le rodean, por ejemplo, puede cambiar de ser un niño usualmente tranquilo a
un niño muy activo y travieso; o de ser un niño que raras ocasiones lloraba a
un niño llorón e irritable; o de ser muy independiente a muy dependiente.
b)
La regresión
de su conducto. El niño se comporta como se comportaba cuando era más
pequeño, es decir, regresa a etapas en su historia personal que ya había
superado. por ejemplo, puede chuparse el dedo nuevamente, mojar la cama durante
la noche, o pedir su leche en biberón.
MANIFESTACIONES SINTOMÁTICAS MÁS
FRECUENTES EN NIÑOS, NIÑAS Y ADOLESCENTES FRENTE A EVENTOS ADVERSOS, SEGÚN
GRUPOS DE EDADES.
·
Desamparo y pasividad
(desgano, energía baja, no participa en actividades).
·
Miedo generalizado (le teme
a todo).
·
Confusión en el proceso del
pensamiento.
·
No se concentran.
·
Se "sienten mal"
en general.
·
No quieren hablar de lo que
les pasó.
·
Sueños desagradables,
pesadillas, no pueden dormir de corrido, se despiertan en la madrugada.
·
No quieren separarse de los
padres o de los adultos que los protegen.
·
Regresan a conductas ya
superadas como chuparse el dedo, orinarse en la cama, hablar como cuando eran
más chiquitos (balbuceos).
·
Angustia relacionada con no
entender que significa la muerte.
·
Fantasías de
"componer" a los muertos, esperar el regreso de la persona muerta.
·
Juegos repetitivos acerca
del evento traumático. Juegan a que rescatan a sus amiguitos, a que otros se
mueren, etc.
v Sentirse
preocupado, responsable y/o culpable por el evento.
v Sentir
miedo de estar solos y del contacto con todo aquello que les recuerde el
suceso.
v Jugar
y platicar repetidamente y con exceso de detalles, acerca del evento
traumático.
v Miedo
de no poder controlar sus sentimientos (llorar, enojos, miedo, etc.).
v Problemas
para prestar atención y aprender.
v Alteraciones
del sueño (pesadillas de monstruos, no poder dormir, etc.).
v Preocupación
por la seguridad de sí mismos y de otros. Por ejemplo, pensar que algo les va a
pasar a sus papás, hermanos, amigos, etc.
v Cambios
inesperados de conducta. Por ejemplo, los niños activos se vuelven pasivos y
los pasivos activos.
v Dolores
corporales (cabeza, pecho, estómago, etc.).
v Preocupación
extrema por el proceso de recuperación de sus padres. Evitan molestarlos a
ellos con sus propias angustias.
v Preocupación
excesiva por otras víctimas y sus familias.
v Sentirse
inquietos, confundidos y asustados por sus propias acciones ante el dolor y la
pérdida.
v Miedo
a fantasmas.
Adolescentes,
de los 12 a los 18 años:
Culpa por haber sobrevivido.
Desinterés por la vida.
Pena, sensación de
vulnerabilidad (estar indefenso).
Se comportan diferente.
Puede aparecer uso de drogas, delincuencia, conductas sexuales inapropiadas,
etc.
Conductas autodestructivas.
Tendencia a tener o provocar accidentes.
Cambios repentinos en sus
relaciones con las personas.
Deseos y planes de venganza.
Deseos de entrada prematura
a la edad adulta. Por ejemplo, abandonar la escuela, buscar un trabajo,
casarse, tener un hijo, etc.
Prevenir la separación de los niños y niñas de sus familias,
desplegando los mayores esfuerzos para su identificación, registro y
reincorporación.
Implementar programas de recuperación psicosocial, los cuales buscan
restablecer la seguridad emocional de los niños y niñas, recuperar su
autoconfianza y continuar con su proceso de desarrollo integral.
Las necesidades psicoafectivas, recreación y juego deben ser
consideradas como parte de la ayuda que los niños y niñas requieren en
situaciones de emergencias.
Debe organizarse el tiempo de los niños para que superen el duelo y
vuelvan a la normalidad. Se debe favorecer la socialización mediante la
relación con otros niños en grupos.
Ayudarlos a entender lo ocurrido y escucharlos. Preguntarles acerca de
sus sentimientos sobre el desastre; animarlos a que hablen sobre cómo se
sienten, sobre sus miedos y preocupaciones, sobre lo que piensan. Si ellos no
quieren hablar, preguntarles como creen que otros niños se sienten.
Pasar tiempo con los niños, especialmente antes de que se duerman.
Abrazarlos y tocarlos frecuentemente, formando un escudo de amor alrededor de
ellos. Reafirmarles, frecuentemente, que están juntos y a salvo.
Fomentar los grupos de jóvenes para discutir sobre el evento y los
sentimientos alrededor de éste. Hablar de manera realista acerca de lo que se
pudo y no se pudo hacer.
Ayudarles a entender el significado normal de sus sentimientos y como
expresarlos (hablando honestamente sobre ellos). Fomentar que busquen apoyo y
comprensión de sus compañeros y amistades.
Ayudarles a entender que muchas conductas pueden ser un intento de
evitar los sentimientos relacionados con el evento.
Hablar con ellos sobre el probable deseo de hacer cosas arriesgadas,
en el período más difícil después del evento.
Discutir con ellos las dificultades que se pueden presentar en las
relaciones con la familia, compañeros y amigos.
Hacer que hablen de sus posibles planes de venganza (en caso de que
exista un presunto culpable de la tragedia). Discutir con ellos las consecuencias
reales de estas acciones y hablar sobre soluciones constructivas que disminuyan
la sensación traumática de desamparo.
Explicarles que los síntomas que tienen, son consecuencia normal del
impacto emocional del evento.
Pedirles que no hagan cambios drásticos en su vida.
BIBLIOGRAFIA
Derechos de la niñez en emergencias y desastres. UNICEF. 2008. ISBN:
978 92 806 4399 2.
Protección de salud mental en situaciones de desastre y emergencia.
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